la última lata de fourloko en mi clóset

 Puede ser que en el pasado haya recibido comentarios negativos sobre mi consumo de alcohol. Puede ser que en el pasado haya tenido un par de desmayos, me haya vomitado en el pasillo de un popular bar en el centro de mi ciudad o hasta un blackout. Puede ser que varias resacas me hayan durado más de un día. Puede ser.


Pero oigan, tengo veintiséis años, ¿No se supone que ésta es la edad para andar haciendo tonterías?


Puede ser que en el 2018 tomaba diario para poder conciliar el sueño. Puede ser que en el 2019 llegué a ir a mi taller ebria o con vodka en mi termo. Puede ser que en el 2020 me aburría tanto que la botella de vino y yo nos hicimos buenas amigas, ella me hacía compañía mientras yo cocinaba. Puede ser que en el 2021 tomo, a veces, entre semana y  puede ser que termino con la cabeza en el váter, con la cartera vacía o moretones o cortes que no recuerdo cómo me hice.

Puede ser.


A pesar de todo eso sigo creyendo que el ~alcoholismo~ se vuelve tal cuando, pues, se convierte en un problema. Cuando interrumpe las actividades, cuando no se puede funcionar bien sin él. Cuando se necesita.

Pero aquí está la cuestión: Yo no necesito el alcohol. Necesito otras cosas, sí, claro, como el café o el internet o twitter. ¿Pero el alcohol? No, no me hace falta para nada.

Escribo tan bien estando sobria como cuando lo hago ebria. Y puedo mantener muchas conversaciones al mismo tiempo y puedo cocinar y puedo hacer mis cosas. Puedo dormir -mal pero puedo hacerlo-

Entonces me parece exagerado cuando dicen que estoy convirtiéndome en alcohólica. Pfff. Alcohólica ya soy, desde que tenía 20 años y probé el whisky en la boda de una de mis amigas. Alcohólica ya era cuando estaba en la carrera a los 21 años y mi grupo de amigas íbamos a la casa de una de nuestras amigas cada viernes fin de mes para tomar vodka, comer pizza y echar chisme. Alcohólica ya era cuando fui a un bar por primera vez, cuando me titulé a los 22, cuando era maestra trabajando en otro municipio a los 23. Cuando viajaba, cuando celebraba navidad con mi familia y cuando festejaba el cumpleaños de mis amistades.

Esa es mi visión y siempre he sido muy abierta con respecto a ello: No me gusta el alcohol, soy una mala alcohólica en ese sentido. Sé muy poco sobre el asunto. 

Me gusta estar ebria, sí, claro que sí. Cualquier cosa que me saqUE DE ESTA MENTE HORRIBLE la voa tomar.


Podría decir lo mismo con muchas otras cosas: El amor romántico, coger, los fármacos controlados, la cafeína, la adrenalina... 

Pero no vamos a hablar de eso hoy. 

Lo cierto es que aunque me mantenía con la mente abierta e intentaba tener todo en clara perspectiva, es que sí he llegado a tropezarme con esto del pisto. 

Tomar alcohol era una actividad muy meh que hacía de vez en cuando, cuando se me antojaba básicamente. Pero de un tiempo para acá me he convertido en una borracha torpe. Torpe torpe.

No era propio de mí empedarme tanto porque sé que mi cuerpo no procesa tan bien el alcohol, entonces nunca he necesito *mucho* para ponerme mal. Lo que no entiendo es porqué cuando ya estoy mal, decido ponerme peor, como si fuera nueva a las consecuencias o algo. O nomás fuera autodestructiva -que sí soy pero ajá-

De verdad pienso mucho en varias cosas que he hecho por y para el alcohol y sólo siento vergüenza. Digo, sé que hasta cierto punto es normal y lógico pero *me avergüenzo* de haber llegado hasta eso, que tanto decía que lo tenía bajo control y que equis, no me importaba tanto.


Resulta que sí.


El sábado lo primero que me dicen mis gfs después de llegar a la casa y ver mi vino en el refri es que ya le pare, que me estoy volviendo alcohólica y que chalalá.

Yo primero me saco de onda y después me molesto porque *resulta* que ya no puedo tomar en mi propia casa, o sea ¿Voy a tener que salir a hacerlo? ¿Como mi hermana, como cualquier otra persona normal? ¡¿En pandemia?!

"Pues bueno" pensé.


Y el lunes, lo que dice mi papá en la noche después de que me tomé toda la botella de vino de una sentada y estoy vomitando afuera de mi cuarto es que ya no se permite "el pisto" en esa casa.


Fair enough, es su casa, son sus reglas y ni mo2.



Estaban enojados, más conmigo que con nadie y yo también estaba enojada.

O sea pasé de tomarme una o dos copas de manera ocasional al cocinar, hacer quehacer o escribir a tomar por nada y sentarme en el sillón a terminarme una botella o comprar otras cosas alcohólicas y ver la pared y vomitar y no hacer nada. Disociar cañón. Olvidar lo que hacía o decía y a la mañana siguiente sólo sentir vergüenza, miedo de haber dicho o haber hecho algo estúpido. Despertar con moretones y cortes en mis piernas y mis manos.

Creo que hay una distancia entre una cosa y otra y yo crucé esa línea hace mucho y me angustia pensar que no tengo idea de cuándo pasó.

¿Fue por la muerte de mi tía? ¿La separación con d*ego? ¿Fue por el desempleo, la oportunidad perdida? ¿Fue por las pesadillas, el estrés, las secuelas del covid? ¿El acoso en internet, el aburrimiento?

Es todo, ya lo sé.



No creo que pueda hacer mucho en este momento con respecto a ninguna de esas situaciones más que actuar cuando tenga que hacerlo y dejar el alcohol un ratito, por mi propio bien. Y esa va a ser mi misión de estas semanas o meses por venir, no sé. Es lo más sensato, hasta que pueda sacar la última lata de fourloko de mi clóset para poder tomar a gusto y tranquila sabiendo que no voy a ponerme mal ni voy a arruinar algo.



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