A veces siento que mi vida es como una muy mala escrita película de coming of age y que continuamente vivo uno de esos momentos donde la protagonista cree que está haciendo algo muy inteligente pero el narrador dice que ya la cagó y que las consecuencias de esa decisión la perseguirán el resto de su vida.
¿Un poco dramático, quizás? Probablemente. Una piensa que se supera esa fase de intensidad cuando llegas a los 18 y lo cierto es que a mis 26 ante cualquier inconveniente un vórtice de ansiedad me traga y destapa mis inseguridades y crisis existenciales. Creo que es normal, la verdad, considerando el momento tan apocalíptico que hemos estado viviendo los últimos dos años.
Y considerando que eché a perder mi vida cuando tenía 23.
Bueno, no "eché a perder" mi vida. Nomás me descarrileé un poquito en el ámbito laboral. Y romántico. Y de salud mental.Y quizás también familiar. Y es cierto que dejé de responder a las llamadas de mis amistades.
Pero ya me entienden.
No se remonta a cuando renuncié a mi plaza -el trabajo más deseado por cualquiera que se distinga maestre-,se remonta un par de meses atrás cuando una de mis amigas cercanas se suicidó de la nada.
Pero esto no se trata de su muerte, de la que ya he escrito y publicado un par de veces y llorado muchas más. No se trata del suicidio per se.
Se trata de lo que todo eso despertó en mí y la sensación de vacío cuando me da mucho miedo el pensamiento de que no estoy viviendo la vida que quiero, sino la que debo vivir.
Casi cuatro años después de eso mis sueños no se hicieron realidad. No me di cuenta pero he estado sumida y paralizada por una ansiedad depresiva (¿O depresiva ansiedad?) que me ha desgastado a niveles alarmantes.
Tampoco es que haya hecho mucho por alcanzar mis sueños estos años que no he estado ejerciendo como maestra técnicamente.
Las sombras se vuelven neblina. Una neblina tan densa que no importa hacia dónde vire, tengo miedo de estrellarme alv.
Simplemente las cosas no han estado saliendo como yo quiero y eso muchas veces me hace pensar que quizás estoy pidiendo demasiado. Quizás no soy capaz, quizás ni siquiera lo merezco.
Y en la amarga derrota producto de mi torbellino de pensamientos pesimistas, me resigné a regresar a mi vida de antes. La que debo vivir, no la que quiero ni la que es mía.
Quizás la Mariana maestra tenga mejor éxito sorteando el trauma y el luto que el intento de la Mariana escritora.
Yo sé y todo el mundo sabe que si ejerzco voy a dejar de escribir. No es que yo quiera, es que no me da para más. Decía Stephen en su libro casi-autobiográfico que cuando estuvo más cerca de renunciar a escribir no fue cuando fue atropellado por esa camioneta, sino que fue cuando ejerció como maestro.
Creo que quiénes hemos ejercido ambos trabajos sabemos de lo que hablamos.
Entonces durante una noche tuve un sueño (más bien pesadilla) donde trazaba un plan bien extremista pero que me parecía -y me sigue pareciendo- lo más sensato para salvar mis letras. Ejercer como maestra pero escribir en mis tiempos libres, lejos de todes y todo.
No puedo ser maestra, escritora y persona al mismo tiempo. No puedo. Ya lo intenté una vez y terminé muy cerca de un abismo sin retorno. Sin ser dramática ni nada #DramaFree
Ya tenía ese plan, todo parecía menos emocionante pero más realista. Necesito trabajar -necesito un sueldo seguro y seguridad médica, ya saben, todo eso que obtienes cuando trabajas para el estado-, pero necesito escribir o la ideación suicida llega. No puedo escapar.
Ni me voy a ir a la cdmx en los siguientes meses ni voy a quedarme en León. Voy a irme lejos y no voy a volver hasta las vacaciones.
Me voy a ir a trabajar y voy a contestar llamadas y mensajes de vez en cuando pero me voy a quedar a escribir y si tengo suerte y disciplina algo bueno saldrá de todo esto.
Y lo sentiré mucho por mis amistades y mi hermana y mis gfs y manzano pero no tengo más opción. Se acostumbrarán, será como en los últimos cuatro años. Distante, deprimida y con episodios maniaco-depresivos que me tienen escribiendo hasta las tres de la madrugada.
Así estaba trazado. Así lo había diseñado yo.
Hasta que recibo una llamada el martes pasado, a eso del medio día. Era mi madre. Me dijo que le hablaron preguntando por mí, que tengo que ir a Isabel La Católica el día siguiente con mis papeles, que revise mi correo.
¿Y qué había en mi correo?
No eran deudas del banco, ni el correo quincenal de las sorpresas que subió netflix ni las críticas de mis lectores beta sobre mis últimos proyectos ni una carta de amor del -que fue y ya no es- mimors.
No.
Era sobre trabajo. Del estado. Como maestra.
De repente mi deseo se hizo realidad. Lo que estuve deseando y esperando por tanto tiempo por fin estaba tocando mi puerta. Pero al leer la carta el horror me invadió. No estaba tocando una oportunidad en un millón, estaba tirando la puerta a machetazos y alargaba sus garras hacia mí.
Ahora o nunca.
Sin papeles.
Sin casa.
Sin ruta.
Sin idea de nada.
Sin nada.
Era mi deseo, la oportunidad de mis sueños pero las circunstancias no eran tantito favorables. Vamos, ni siquiera eran posibles.
De ninguna manera podría haber reunido tantos papeles de un día para otro y menos expedidos desde una ciudad que me queda a cinco horas.
Y la frustración y las ganas de tirarme por la ventana fueron PODEROSAS.
Lo pensé mucho -no en realidad-, y lo comenté con varias personas. Me sentía tan imbécil y todavía me sigo sintiendo así y me da coraje porque: 1-Ya tenía mi plan para el siguiente año, 2-Era MI OPORTUNIDAD de brillar y mudarme alv con trabajo estable a una ciudad donde a nadie le importo un carajo -mi sueño hecho realidad, la vdd- pero LAS CIRCUNSTANCIAS ERAN IMPOSIBLES y francamente triggereantes.
En esos segundos que duró la llamada del secretario -porque poco después me llamaron- reviví toda esa ansiedad homicida que me inspiraron durante el 2017-2018 al trabajar para el estado. De repente fue como si recordara por qué renucié alv y por qué me dispararon la ideación suicida.
Fue todo un proceso tan cansado. Hice el mentado curso, estudié una semana antes para el examen, hice el examen -DOS PERRAS VECES PORQUE SU PINCHE PÁGINA SE CAYÓ ALV-, entregué todos los papeles más o menos a la hora.
Hice todo lo que me pidieron. Yo sólo quería una oportunidad real.
No estas chingaderas.
Lo cierto es que he tenido una semana pesada. Entre pesadillas, dolor de espalda, resaca y dolor de corazón, la amargura por declinar fue muy poderosa.
¿Era mi culpa?
Decía mi hermana que ya debía tener los papeles listos pero leyendo la carta no eran los mismos que me pidieron aquí. ¿Cómo chingados iba a saber si ellos no avisan ni nada?
¿Soy una imbécil, soy floja, soy miedosa? ¿Es mi culpa? Si me hubiera esforzado, ¿Lo habría logrado? ¿Me las habría arreglado?
Sé que estaría triggereada por el cambio tan repentino, ¿Habría valido la pena?
Una de mis amigas me decía que no era mi culpa, que a veces las cosas pasan por algo y que debía tomar esto como una señal. De que si ya había entrado una vez, podía entrar más veces.
Por primera vez, y en este momento de sobriedad -no tengo ni una gota de alcohol o cafeína en el cuerpo-, siento que veo las cosas de forma clara. Y por primera vez genuinamente no creo ser la culpable de esto.
Me pone triste pensar que jamás voy a tener una oportunidad real en este pinche mundo de neurotípicos, pero eso no me va a detener >:(
De cualquier manera, estoy cansada de esta situación y de las anteriores y si la oportunidad real no llega entonces yo misma la voy a construir alv.
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