los últimos seis años


 

Una vez pensé que el amor era como un fantasma: Una sombra inmortal y perfecta que me seguía a todos lados. No podía tocarlo ni podía escucharlo pero sabía que estaba aquí conmigo porque sentía la presencia: El calor y el veneno recorriendo mi cuerpo y mi mente y todos mis sueños.

A mis veinte años era optimista y pensaba que si alguien decía que me quería, era verdad.

Fueron seis años de una montaña rusa increíble y mágica. Aterradora por momentos, maravillosa otros ratos. Emocionante, esa era la palabra.

Estaba tan enamorada de esta persona. No siempre fue así, en un inicio me tardé semanas y meses en agarrar un ritmo con Diego. Pero terminé cediendo y me fui como flaco aceitado en tobogán. En frenesí, con las luces rojas de los semáforos brillando por encima de mí y yo cerrando los ojos, como si fuera una travesura inocente. 

Estaba tan enamorada de él. De verdad, nunca había sentido esto por nadie. Pasaba mucho tiempo intentando hallarle sentido a mis sentimientos pero por más que me esforzara sólo terminaba más mareada. Créanme que les digo que las palabras no me alcanzarían para intentar siquiera describirles nuestra historia, así que este post no es sobre eso. Ya he escrito mucho sobre él a lo largo de mis blogs, cosas buenas, cosas malas y cosas en verdad terribles.

No pretendo despotricar contra él, porque lo cierto es que no le guardo ningún rencor ni enojo ni nada. Perdoné sus fallas, así como espero que él perdone mis errores. Perdoné y seguí amando, como es mi naturaleza. Pero conforme pasaba el tiempo sentía que me iba hundiendo más y lo que pensé que eran aguas tibias y tranquilas se volvieron un mar embravecido. Me estaba ahogando y él no me podía ayudar porque precisamente era en él en quién me estaba hundiendo.

No podía dormir, solía tener pesadillas con él. No podía concentrarme en nada, perdí el hambre y todo el tiempo estaba a la defensiva con todo el mundo. Dejé de disfrutar la música, dejé de disfrutar mis redes sociales, dejé de escribir.

Me llegué a sentir muy agobiada por todo.


En esta eterna búsqueda por la aceptación y la comunidad, yo terminé perdiéndome. Me sentí tan aislada de todo y todes. Nadie lo entendía. Ni siquiera yo.


Y me quedé seis años en este vaivén, a la espera de que las cosas mejoraran. Porque, ah, eso sí, cuando las cosas estaban bien entonces no había nada que no pudiéramos hacer. Éramos él y yo contra el mundo. Yo me sentía soñada, con una felicidad inmerecida, como si todo el amor del mundo se hubiera desvanecido y estuviera en mis manos, con él.

Pero cuando no era así, dolía como la muerte en vida. Como si me estuvieran arrancando la piel centímetro a centímetro y sólo quedara mi yo desnuda: puras dudas, miedo, ansiedad y enojo. Mucho miedo.


Sentir miedo en un vínculo romántico no es precisamente la señal más alentadora para continuar en él, ¿No?


Yo era una terca soñadora. Quería que funcionara. Ni él era la persona de mis sueños ni yo la de él pero éramos mejores porque éramos reales y estábamos aquí.

Y me mentí tanto a mí misma y le mentí a mis gfs y le mentí a mis amistades y lo peor es que también le mentí a él.

Sentía una desesperación terrible, como si estuviera cruzando un denso bosque en la oscuridad y mi única guía era el humo de algo incendiándose. Por fin, hoy, pude llegar hasta mi hogar, el hogar que construí con él en medio de la nada y todo está en cenizas. No pude salvar nada. Llegué tarde. Llegamos tarde.

Y pienso: ¿Había algo que salvar?

Si él y yo hubiéramos tenido la voluntad, ¿Habríamos puesto en riesgo nuestro hogar?



No siento más enojo ni rencor contra él ni contra mí misma. No siento más desesperación ni más miedo. Todo lo que siento es vacío y frío y silencio. Algo a lo que estando a su lado me acostumbré. 

Lo perdoné a él y estoy terminando de perdonarme a mí misma.


Lo quiero mucho, eso nunca va a cambiar. Hizo mucho por mí, mucho más de lo que alguien además de nosotres sabrá pero ese amor tan nuestro cambió. Se quemó. Como ave de Fenix renació de las cenizas en otro tipo de amor, uno más calmado, más maduro, más humano, más amistoso, platónico.


No sé qué va a pasar pero les aseguro que los últimos seis años fui muy feliz con él. Y también fui muy triste. 

Y aprendí mucho, pero eso no lo voy a escribir aquí.


Me parecía justo contarles también el final de esta historia de amor que creo que varies de ustedes recuerdan bien o fueron testigos de.



El sobreponerme a esto se me antoja como una larga caminata. Espero poder seguir contando con las manos amables que me han acompañado durante todo este tiempo en caso de que me quiebre en las noches, tenga ganas de farfullar incoherencias en nuestras charlas o simplemente cuando el silencio me paralice y lo único que pueda vivir en ese instante sea nostalgia y dolor.


Voy a estar bien y él también.


Una vez pensé que el amor era como un fantasma pero hoy estoy segura de que el amor es algo vivo, humano e imperfecto.


Comentarios