lo que fui colgando de un árbol

 No recuerdo cuándo fue la última vez que escribí este blog de noche. Recuerdo que cuando lo inicié por allá del 2015 era mi rutina: Cada viernes en la noche, luego de volver de la escuela, me sentaba a escribir algún post interesante sobre algún pensamiento o anécdota que había vivido esa semana.

Con el pasar del tiempo, ya se imaginarán, mi entusiasmo se desvaneció a punta de peleas, malas intenciones, difamaciones, y heridas provocadas por mis propias palabras torcidas por manos crueles. El tiempo, los malestares emocionales, la apatía y episodios depresivos han podido erosionar mis ganas de escribir este blog. 

A pesar de que me siento mal por ese pensamiento, me niego a disculparme.


Estoy cansada de estar cansada, de estar triste, de estar molesta, de sentirme decepcionada.


Temprano en la semana hice un ejercicio que me dio un resultado que sólo podría llamar como revelador.




Busqué cartas viejas del mimors que según yo aún conservaba en mi correo. Las encontré con facilidad. 

Releí desde la primera. Difícilmente podría decir que todas nuestras cartas han sido de amor, y el hecho de que existan diferencias de meses y años significativa, pueden dar por entendido el turbulento pasado que tenemos. Pero recuerdo la razón por la cuál me escribió por correo la primera vez y recuerdo que así fue que empezamos a hablar.

Mientras leía y me acercaba a nuestros inevitables finales me di cuenta de que yo ya no era esa persona. Dejé de usar ciertas expresiones, dejé de reírme en mayúsculas, de usar caritas, de estar tan entusiasta, sentir tanta curiosidad, de verme tan... viva. Alegre. Con esperanza. Tener buena fe. 

No podía creer lo mucho que he cambiado en estos últimos cinco años. Ni siquiera podía reconocerme. Sentí vergüenza de la manera en que respondí a ciertas cartas y ciertos mensajes. Esa no era yo. 

No recordaba que lo fuera.


Es casi como si me hubiera deslavado. Antes estaba tan llena de colores brillantes que borboteaban por todos lados y ahora siento que más bien soy de un color gris perla. Como si una gran nube lluviosa se hubiera posado encima de mí y con los años me hubiera borrado todo eso que me hacía yo.



Ay no, qué repelús.





Pensé que una vez que leyera las cartas y cómo habían iniciado las cosas, terminaría sintiendo algo de nostalgia y melancolía, quizás deseando revivir esos momentos y sentir bonito al darme cuenta de lo mucho que hemos crecido y en su lugar terminé extrañándome a mí misma. Deseando darle un abrazo a la que alguna vez fui.

Me dejó una sensación de vacío y tristeza bastante desconcertante, sobre todo porque también me di cuenta de que arruiné una buena oportunidad que tenía de mejorar mi situación laboral por todas las de la ley. Era algo que yo esperaba y cuando llegó mi turno, simplemente preferí no participar. 

Temía tanto al rechazo que yo me rechacé a mí misma antes. 


Y, carajo, de verdad lo arruiné.


Estaba muy molesta conmigo misma, me sentía atrapada en un torbellino de pensamientos horribles. Pero lo he podido hablar con alguien y lo he visto desde otra perspectiva, una más realista y que, aunque no del todo, me ha podido calmar esto tan tormentoso que siento.


Tengo varias semanas sin poder dormir pero espero que hoy que escribí esto sea diferente.


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