Hace un par de días tuve un sueño que no he podido olvidar o por lo menos sacudirme esa sensación de incomodidad, nerviosismo y vergüenza. Ni siquiera voy a detallarlo porque de verdad me sacó mucho de onda y me entristeció a cantidades sorprendentes porque era algo que pensé tenía bajo control.
Lo cierto es que, contrario a lo que mucha gente pueda pensar, no hablo mucho de mi orientación: No hablo de eso con mis gfs, no hablo de eso con mi hermana o mis demás familiares, no hablo de eso con mis amistades, mucho menos con mis amigues bugas. Cuando lo hago, es cuando me hacen preguntas directas. De ser posible evito el tema, no me gusta hacer pública esa parte de mi vida privada porque creo que mi privacidad es sagrada.
También porque, aunque lo niegue o lo evada, todavía siento vergüenza de lo que soy. Mucha. Mucha más de la que creía, a juzgar por ese sueño.
Y ustedes podrían pensar: PERO SI TU TUITER TIENE EL MARCO CON LA BANDERA PAN, SI TU PÁGINA DE MEMES ES LA PÁGINA DE MEMES PAN MÁS EXITOSA DEL MUNDO HISPANO Y TU PLAYLIST DE SPOTIFY CON MÚSICA DE ARTISTAS PAN TIENE MÁS DE 30 LIKES, ¿CÓMO ES QUE SIENTES VERGÜENZA DE LO QUE ERES?
Tal vez suene a mentira porque me he hecho dos pulseras con la bandera pan que uso cada que salgo. O porque no hago mucho esfuerzo por aparentar ser hetero pero así es.
Sé que mi entorno es comprensivo y aunque no libre de queerfobia, por lo menos la gente a mi alrededor intenta ser mejor y estar educada en cuanto a esos temas. Sé que ni mis gfs me amarán menos ni mis amigues se alejarán nada.
Nunca les dije que era pansexual, sólo expliqué lo que sentía -porque en ese entonces no conocía el término y tiempo después me pareció de más etiquetarme o darlo como sobreentendido-
Creo que el problema no es por parte de mi contexto. Creo que el problema soy yo.
Si bien, ahora no es el caso, crecí en un lugar muy conservador, católico y panista y por más que me he esforzado por dejar todo rastro de esa educación detrás, creo que residuos siguen por ahí, atormentándome.
Nadie debería estar expuestx a tanto odio cuando se es tan joven, mucho menos cuando se es de alguna disidencia pero yo -y mucha otra gente- lo estuvimos. Y las raíces de ese odio por las diferencias, esa intolerancia se volvió autodesprecio. Y vergüenza. Mucha vergüenza. Tanta, que a mis 26 años me sigue costando trabajo tener una buena relación conmigo misma o por lo menos no pensar tan mal de mí. Ser más amable.
Decía Hannah Gadsby en Nannette que la vergüenza en edades tempranas no permite que se desarrollen las conexiones neuronales necesarias para establecer una autoestima. Cuando avergonzamos a las infancias, les estamos privando de la posibilidad de desarrollar una autoestima sana.
Pero claro, eso nadie lo sabía cuando yo era la niña que entre pasillos de colegios católicos, comentarios desdeñosos de mis parientes religiosos y los chismes de mis compañeres de salón oía lo que se opinaba de la gente como yo.
Y pienso mucho y me amarga más saber que estuve toda mi infancia y mi adolescencia dentro del clóset. Apenas en mis veintes puedo más o menos empezar a vivir lo que debí haber vivido cuando tenía 16.
Y pienso que pude haberme ahorrado mucho dolor, mucha vergüenza, muchos errores y muchos corazones rotos en el camino.
Y pienso que de haber sabido mejor, de haber recibido mejor, pude haber sido quién realmente era desde un inicio y no haberme convertido en quién todo el mundo quería que fuera.
A veces, todavía, cuando estoy haciendo algo muy equis (vistiéndome, platicando con alguien, disfrutando de alguna actividad cotidiana o simplemente existiendo) me pregunto si soy yo realmente y no la sombra, un fantasma, de los ideales ajenos.
¿Estoy cómoda aquí? ¿En este trabajo, con estas amistades, con esta pareja, en este espacio virtual, en este cuerpo, con estos pensamientos, con este corazón? ¿Soy yo? ¿O sigo siendo lo que otros quieren que sea para seguir siendo aceptada?
Lol, la cosa es que nunca fui aceptada. Ellxs, la gente odiante, sabía que no era como ellxs. Y se encargaron de recalcármelo de muchas maneras.
Me ha costado trabajo, tiempo y lágrimas llegar a términos conmigo misma: Sé que no soy lo que otrxs quisieran que fuera, estoy muy lejos del ideal. No soy hetero ni cis, tampoco neurotípica, ni blanca ni académica ni fit ni exitosa.
Sólo soy yo.
Y eso debería ser suficiente.
Pensé mucho en si debía contarles mi sueño o no. En un inicio no quería ni tocar el tema pero, habiéndoselo contado a la persona involucrada, me parece justo hacerlo público (digo, dicen que si cuentas los sueños no se hacen realidad y me vendría una buena racha, para variar xd):
Soñé que en lugar que conozco bien, amplio y sin paredes, un tianguis sin puestos, estábamos Karli y yo, muy contentas paseando por ahí. A lo lejos de repente veía a un par de amigas -cuyos nombres no voy a mencionar pero diré que son todas cishet- sentadas, platicando y esperando algo (¿A alguien, a mí?) Yo me detenía en seco y le decía a Karli que nos fuéramos por otro lado. Ella toda extrañada me preguntaba que qué tenía de malo y yo no quería decirle.
No quería pasar por ahí porque no quería que me vieran con ella, porque sentía vergüenza, una vergüenza de la que no hablo nunca.
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