Más que por gusto propio, mantengo un control casi obsesivo sobre la forma de mi cuerpo y ha sido igual desde la secundaria: Una forma delgada.
No soy flaca ni tengo abs ni nada parecido. Pero sé que mi cuerpo es normativo, no tengo problemas en encontrar ropa y nadie anda haciendo comentarios sobre si subí de peso o vigilando qué como.
Es una mezcla de factores los que me han permitido permanecer así por tanto tiempo: Cuando era niña hice mucho ejercicio. Soy vegetariana. Los genes heredados de mi gfa y gfe.
Sobre todo mi ansiedad.
Nunca había pensado que tenía un trastorno alimenticio hasta que vi el documental de Miss Americana. Para mi los trastornos alimenticios eran la anorexia y la bulimia o una mezcla de ambas. Pero yo no era eso.
Yo sí comía, no me atascaba y lo más importante: No me provocaba el vómito ni diarrea.
No me obsesionaba mi peso.
Lo que sí me obsesionaba era mi forma: Qué tan a gusto me siento en este pantalón, cómo se me ve ese suéter y si sigo necesitando cinto para usar esta falda.
Sí comía, pero no siempre, no a mis horas y no lo que debería.
No me atascaba pero cuando notaba algún cambio significativo en mi cuerpo cambiaba drásticamente mis comidas completas por cosas "más ligeras".
No me provocaba el vómito ni la diarrea pero me causaba un estrés casi inefable el notar que una blusa ya que no me quedaba bien, que se me dificultaba cerrarme un pantalón.
Nunca me dio miedo la comida, ni siquiera cuando era carnaca. Pero usé la comida como arma contra mí misma y cuando algo me salía mal o cuando mi cuerpo comenzaba a crecer -LO NORMAL PORQUE ERA ADOLESCENTE- me castigaba. Inconscientemente me la negaba. De repente tomaba más agua frutal o mucho café. Una fruta por aquí y allá. Un dulce.
Y eso era todo.
Cuando era inconsciente de mi gordofobia interna me quejaba de mi cuerpo frente a mis amigas. No porque genuinamente me sintiera gorda, sino por no ser lo suficientemente delgada o alta. Podía ver la incredulidad relucir en los ojos de ellas.
Viendo fotos de aquellos entonces podía ver lo deformada que estaba mi visión.
No era que me preocupara mi apariencia como tal. Digo, de todas maneras no usaba bikinis ni ropa reveladora, la verdad es que no usaba mi cuerpo para las cosas por las cuales son usuales este tipo de quejas y miedos.
Era mi control y mi ansiedad. Si no podía controlar los demás aspectos de mi persona y de mi vida, si no podía elegir qué pensamientos se me iban a atravesar a media noche ni podía elegir si mis parientes iban a morir o no, al menos podría controlar mi cuerpo. Lo poco que pudiera manejar. Mi forma.
No me permití crecer.
Lo noto más cuando recuerdo las muchas cosas que he vivido con mis amistades: La mayoría de ellas son de años así que crecimos juntas y me da más ansiedad pensar que sus cuerpos sí han modificado: Crecieron, engordaron, adelgazaron, se estiraron. Se acomodaron.
Recuerdo que una vez una compañera en la prepa me hizo ese comentario: De que tenía bonito cuerpo. No dijo por qué pero era evidente que era por mi forma.
No fue la primer vez ni la última que alguien haya hecho un comentario así sobre mi cuerpo. Y yo sé que todos han sido por mi delgadez. Incluso aquellas palabras que me recuerdan que estoy delgada.
Y yo me pregunto, ¿Alguien sabe por qué soy delgada? ¿Qué tengo que hacer para ser delgada?
Recientemente alguien me preguntó que cómo podía estar delgada si parece que tomo alcohol diario, como pizza cada fin y no hago ejercicio.
Reflexioné bastante sobre ello y noté que si bien, desde que me di cuenta de que mi trastorno alimenticio no es por dismorfia sino por una cosa de ansiedad y control, también entendí que lo sigo viviendo. Ser vegetariana me reconcilió mucho con la comida pero la comida nunca fue algo tan problemático. Eran mis ideas.
En febrero de este año por las cosas culeras que viví adelgacé bastante porque no comía. Literalmente estuve viviendo tres semanas a base de electrolitos y una que otra fruta. De vez en cuando comía una quesadilla o algo más elaborado pero nunca eran cinco comidas al día. Cuando la incertidumbre pasó, me di cuenta de que mis ropas me quedaban más holgadas. Y me emocioné.
Pero después caí en cuenta de que no estaba bien. No quería ese cuerpo flaco con las costillas notándose y el vientre plano. Esa no era yo. Quería mi otro cuerpo, el que tenía antes de tanta tragedia.
Desde entonces me propuse regresar a mi forma anterior comiendo bien y chalalá. Pero en las últimas semanas -y no sé si fue porque la ideación suicida regresó- noté que "me estaba pasando". Que ahora ciertas prendas me quedaban ajustadas.
¿Es el alcohol? ¿La comida? ¿Estoy comiendo mucho, estoy comiendo mal? ¿Es el ejercicio? Claro que es el ejercicio, por razones ajenas me abstuve por un buen rato de salir a dar mis caminatas de 40 minutos diarias. ¿Es el insomnio, son las pesadillas? La gente que no duerme bien tiende a engordar, lo leí.
Lo más importante: ¿Estaría tan mal que engordara?
Me busco muchas excusas para contestarme pero la respuesta es la misma: Sí.
No es gordofobia, es que ahorita no tengo independencia económica para comprarme ropa de mi talla y no le voa pedir a mis gfs dinero para ropa cuando tengo ropa en buen estado.
No es ansiedad, es por salud. El covid me dejó fregada de la capacidad pulmonar y a veces me duele mucho la espalda y si engordo mis pechos van a crecer y no puedo permitirme incrementar ese dolor, a veces es intolerable.
No es obsesión, es que me gustaba mi cuerpo antes.
Karli me ha dicho en varias ocasiones que está mal que no coma a mis horas ni tantas veces. Que se come cinco veces al día, no cada que me da la gana. Ingrid dice que me va a llamar por teléfono para recordarme que debo comer, porque sabe que lo olvido.
Y sí, es cierto. Como cuando tengo hambre, a veces olvido comer. En este punto no sé si ignoro mi hambre a propósito o si olvido comer por acción premeditada. Cuando estoy estresada no como, no me da hambre. Cuando estoy triste olvido muchas cosas, la depresión hace eso con la memoria. Cuando me siento enamoradísima, con todos los químicos en mi cerebro implotando en mi sistema, me siento con el estómago lleno. Cuando estoy alegre me distraigo y desconecto de todo. Cuando estoy enojada, ansiosa o nerviosa, me da gastritis nerviosa y obvio no se me antoja comer.
Tengo muchas cosas por hacer, contrario a lo que la gente podría pensar: Cosas laborales no remuneradas, proyectos propios, labores domésticas, mantener en buen estado mis vínculos, cuidar a Manzano, cuidar a mi familia, tener mis recreaciones, estar al tanto del mundo y además de eso todos los cuidados que conlleva vivir en este cuerpo menstruante y malito de la mente. Es mucho. Estoy cansada.
Estoy intentando con muchas ganas llevármelo relax, pero no les miento, ahorita acabo de tocar debajo de mi barbilla para buscarme papada.
Y si bien, no tengo por hábito pesarme ni medirme -porque igual voy a olvidar esos datos-, lo que sí hago mucho es prestar atención a cómo me queda la ropa. ¡ES NORMAL CRECER! Tengo 26.
Pero qué difícil es desterrar esta idea y de que tu trastorno alimenticio es más real que el coco bajo tu cama. Ugh.
En la buena noticia: Ya me dio hambre.
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