Y yo sabía que iba a volver a mí.
Es raro como se dan las cosas, sobre todo las cosas que tanto deseas que pasen. Luego de prohibirme decir su nombre o mencionar algo del tema, dejó de aparecerse en mis sueños. Todavía podía sentirla en las nubes que cubrían la ciudad y el viento que soplaba despeinándome mi cabello. Revisaba mi correo en la espera de que algo llegara con su nombre y no pasó. Un día simplemente desperté y ya no me dolía. Toda la tristeza, el arrepentimiento, la culpa y el dolor se habían ido. Pero quedó la nostalgia y en un principio pensé que sería más fácil vivir con eso, como dice Taylor Swift "no porque estés limpia quiere decir que no lo extrañes", pero vamos, sentí un peso enorme que se quitaba de mis hombros.
Me esforcé mucho por desterrarla de mis pensamientos pero cuando algo muy cool me pasaba, no podía evitar sentirme triste porque ya no tenía a quién contarle. Cuando algo muy culero me pasaba -y seamos sinceres, los últimos meses fueron así-, no podía evitar sentirme más miserable por la misma razón.
Había perdido más de lo que había ganado. Pero no había sido por mí, yo nunca hubiera querido esta resolución. Creía firmemente que el problema era la gente a nuestro alrededor: Su pareja, nuestres amigues, compañeres, la sociedad en general, nunca nosotras. Nosotras no. Nosotras estábamos bien, muy shido en nuestro asunto.
Y sin embargo veía las muecas de desencanto y preocupación en las caras de mis amistades cuando les hablaba de ella. No lo entendían. La creían a ella mala para mí. Tóxica, peligrosa... En sus ojos llenos de miedo por verme herida podía ver mi propia locura:
Soy una pinche dependiente de mierda. Dependía mucho de ella y me daba cuenta y no sabía cómo bajarle de intensidad a mis sentimientos.
Yo arruiné esto.
Nunca dejé de extrañarla, de desear tenerla cerca. Nunca dejé de preguntarme cómo estaría, si estaba bien, si necesitaba algo, cómo le estaría yendo en el trabajo, en esta pandemia de porquería, si seguía con su pareja, si se llevaba bien con sus papás...
Necesitaba saber qué tanto me odiaba, qué tanto pensaba mal de mí. Pero al mismo tiempo tenía miedo. Moría de deseos de buscarla, escribirle algo, llamarla, incluso aparecerme afuera de su casa "casualmente" (ajááááá) pero el miedo me detenía. Ella me había mandado al diablo, lo que significaba que ella me odiaba o cuando menos ya no me quería cerca. Digo, ¿Qué otra cosa más obvia es esa? La gente sólo se deja cuando se aburre o te odian.
Ella no me quería y pensar que ahora era más feliz, sin mí nublándole los buenos días, me hacía resistir por lo menos un día más.
Y sentía a mi corazón desangrarse de heridas muy pequeñas, casi imperceptibles. Hice nuevas amistades y me era un tormento tener que explicar lo que ahora era, gracias a todo esto que pasó.
De repente la veía en mis sueños: En medio de una situación muy difícil y estresante ella aparecía de la nada y me preguntaba si quería que volviéramos a ser mejores amigas. Y yo le decía que sí, con el corazón casi estallándome en la mano.
Pero al despertar no había nada más que tristeza y descontento. Vacío. Frío.
He perdido a mucha gente a lo largo de mi vida, a bastantes por las garras de la Muerte. A otras porque simplemente no eran para mí. Y a pesar de eso jamás me había obsesionado tanto con una ruptura: No entendía por qué no había funcionado. Hice muchas cosas feas, le hice mucho daño y no entendía por qué. ¿Por qué querría herir a alguien a quién amé tanto?
Nos habían puesto en una encrucijada. Mi amor por ella jamás tuvo límites ni fronteras y ese fue el principal problema: La gente a nuestro alrededor lo desacreditó con muchas palabras: "tóxico", "dependiente", "infidelidad" y de muchas maneras también: Las miradas de reojo, las caras de desaprobación, su pareja enojadísima a punto de querer pegarme afuera de un Cinépolis. Nuestras cartas. Mi llanto en los bares. Nuestras pesadillas, sus miedos.
El clóset.
Siempre me validé a través de su aprobación. Pensaba que si alguien tan valiosa e increíble como ella podía ver algo ~bueno~ en mí, como para querer ser mi amiga, era porque significaba algo. Valía algo.
Y ahora, en su silencio, distancia, vacío, me quedé sola sin nada. ¿Quién era yo, sin mi amor por ella, sin ella, sin esta tristeza, sin nuestro vínculo?
Lo único que quedaba de ella en mí, aquí, era el dolor. Así que no me deshice de él. Si era la única manera en que podría verla en mi mente y escuchar su voz riéndose y diciéndome cabrona, iba a mantener el dolor tan arraigado a mi piel como pudiera. Como Bella cuando se ponía en peligro para alucinar a Edward (lol)
Pensaba y tuiteaba que me había costado media humanidad salir viva de esto, que ya no quería vivir algo así que me consumiera la voluntad. Pero ahí estaba yo, en Tinder a las dos de la tarde, completamente ebria, cambiando entre fotos, leyendo dos renglones de biografía, mordiéndome los labios. Jamás nadie iba a ocupar su lugar. Nadie.
Por más que me esforzara jamás iba a poder recrear esto. Nadie iba a quitarme este dolor de mi corazón. Me iba a morir sola por siempre jamás.
Quise racionalizar todo: Quizás no era magia, quizás no era nada de lo que yo pensaba. Quizás ella no era tan increíble como yo quería verla. Quizás no era que me entendiera por naturaleza, quizás nomás me daba un buen trato porque es maestra de educación especial y yo soy súper autista y ella sabía tratar conmigo. Ser paciente. Eso que casi nadie sabe ser conmigo. Y compasiva.
Y me daba mucho coraje y lloraba mientras me bañaba. ¿Qué había hecho mal? ¿Amar? ¿Me había equivocado? ¿Había mostrado mis sentimientos mal, había escrito mucha mierda, era imperdonable mi pecado?
Me moría de la pena de sólo pensar que no entendería mi ser autista porque jamás podría explicarle. Me moría de la tristeza de pensar que jamás podría verme cosechando éxitos literarios, firmando con netflix o HBO, que no sería testigo en mi boda con el mimors, que no podría explicarle mi identidad de género (o falta de xdxdxd), que no iríamos a una marcha del Pride juntas. Que no nos pondríamos pedas con fourloko escuchando a Carly Rae Jepsen. Que ya no la escucharía más diciendo "no mames" cuando le digo alguna estupidez.
Que no estaría ahí cuando yo tuviera pesadillas. Que no habría nada, más que frío y oscuridad. Silencio y vacío.
Solitud.
Ebria, en medio de un impulso suicida e idiota, me decía a mí misma: Es más feliz sin ti, es mejor así.
Y me iba a la cama, sintiendo una presión en mi pecho, deseando y pensando en más cosas para no terminar soñando con ella.
Así fueron dos años, sin saber nada, absolutamente nada porque ya no la tenía en facebook y de todas maneras ella no usa mucho las redes sociales.
Hasta que en la madrugada del domingo recibí un mensaje. Cuando me desperté -luego de haberme desmayado todo el crepúsculo y parte de la noche por un golpe de calor que yo solita me provoqué- y vi el mensaje borrado se me detuvo el corazón. Me limpié una lágrima que amenazó con romperme.
¿Es ella?
Es ella.
ES ELLA.
No soy buena haciendo promesas, siempre lo aclaro. Sobre todo porque en mi autista ser la "estabilidad" de la que todo el mundo habla no me es posible. Mis emociones cambian, fluctúan, fluyen. Mis pensamientos cambian de dirección a cada momento y mi voluntad es indirecta.
Quiero quedarme con ella tanto tiempo como ella quiera. Soy muy feliz aquí.
Me siento apreciada, validada, atendida, entendida: Acompañada.
Ella me contó todas las cosas que vivió durante la ruptura y cuando lo hacía sentía la sangre sonrojar mi cara. ¿Es esto lo que se siente ser correspondida?
Mi fantasma nunca la dejó, eso afirmó ella, y soñaba conmigo. Últimamente muchas veces. Las noches eran largas y nostálgicas pero las mañanas eran tristes, amargas, solitarias. Me escribió porque quería saber si estaba bien.
Ahora lo estoy.
Soy muy feliz. Estoy muy contenta. Me siento en un sueño porque literalmente mi sueño se hizo realidad. Luego de dos años de no saber nada, de resignarme a vivir un vida en solitud, medio gris, con la mitad de mi corazón latiendo a su mínima capacidad, ella con sus palabras me revivió. Me regresó a lo que soy, a lo que nunca dejé de ser.
Me merezco esto. Me merezco esta felicidad. Nos la merecemos.
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