Todo pasó tan rápido que apenas he tenido tiempo de recobrar el aliento y sentarme a comer una manzana. No he dormido bien en mucho tiempo y mucho menos comer, es más, no recuerdo cuándo fue la última vez que comí tres veces al día.
Pensé mucho en si debía escribir algo al respecto o no. Ustedes saben bien que no soy de hablar de mis problemas personales, de buscar ayuda o refugio, pues. También saben que no me gusta andar hablando de mi familia y sus asuntos. Pensé en darle más días para que se asiente un poco y el alivio me limpie más pero decidí que igual quizás jamás sea capaz de escribir algo muy directo o concreto. Lo hice en el pasado: Cuando falleció Gerardo de un infarto, cuando mi primo Paco murió en ese accidente, cuando mi amiga Pau se suicidó en el 2018...
Muertes que de la nada llegaron y me devastaron por completo. Me ha tomado meses y meses llorarles y hacer mi luto. Todavía, si me embriago mucho, les lloro, claro que sí. No creo que la muerte de alguien que amaste tanto deje de afectarte en algún momento.
Antes, supongo, tenía más vitalidad, más energía, más corazón limpio qué romper. Ahorita me siento muy desgastada por todo, estoy desgastada, cansada, exhausta, al borde de la enfermedad. -no miento, he estado escuchando voces lol pero ese es otro tema-
Quisiera tener algo qué decir, algo bueno. Algo real. Pero lo cierto es que todo lo que siento es dolor, es ira, es tristeza, es vacío, es miedo, es angustia y más dolor...
He llorado muy poco. Pero así es mi proceso: Lloro poco, o nada. Escribo sobre ello y luego me esfuerzo en seguir mi vida como si nada y después de cuatro o cinco meses exploto en llanto en medio de una discusión con alguien que quiero, o porque me dijeron algo feo en tuiter o porque un cochista tocó el cláxon para apurarme en cruzar una calle.
La tormenta, inevitablemente, llegará. Mis tormentas se toman su tiempo, creo que son compasivas y por eso me dan margen de tiempo para buscar refugio. Rara vez lo encuentro, pero porque rara vez lo busco. Siento venir las nubes grises de lluvia fría que van a paralizarme del dolor y la angustia. Sé que voy a perder el sueño y el hambre. Sé que se me irán las fuerzas de luchar y la voluntad de vivir.
Sé que no volveré a ver a mi familia de la misma manera. Sé que no voy a pisar esa casa, ni esa calle en muchos meses. Ni siquiera voy a atreverme a pasar en auto.
Sé que me va a destrozar, porque incluso cuando han pasado tres semanas desde su fallecimiento, me está destrozando lenta y angustiosamente. Como si los parches de mi corazón se fueran deshilando y la sangre, caliente y ácida, corriera sobre heridas viejas y abriera heridas nuevas.
Quisiera tener algo de consuelo, algo que pudiera decirme a mí misma que pudiera aliviarme. En este punto sólo agradezco que haya sido tan rápido, que su agonía fuera de unos pocos días, porque me consta que esta maldita enfermedad puede durar meses y meses de sufrimiento e incertidumbre.
Estoy enojada. No debió pasar. Estoy enojada con los pinches ricos ojetes que trajeron el virus al país. Estoy enojada con toda la gente que sigue haciendo su vida como si nada, esparciendo la enfermedad. Estoy enojada con este pinche gobierno de porquería que le vale verga el pueblo. Estoy enojada con la pinche politiquería y el capitalismo rampante que de verdad en plena crisis sanitaria lo único que tiene en la cabeza es cómo enriquecerse a costa de la muerte de millones de personas.
Estoy enojada con mi familia, con esa parte de ella. Estoy enojada conmigo misma. Estoy enojada con mi tía, por las decisiones que tomó.
Estoy enojada, estoy muy triste, estoy desecha. No tengo espacio ni para consuelo ni para rEsIgNacIoN.
No quiero consuelo ni palabras de aliento ni quiero resignarme. Quiero juntar toda la culpa y toda la ira, personificarlas y luego cortarles la garganta alv.
Creo que lo que más me hiere es que la vida de mi tía siempre estuvo llena de sacrificios y su muerte no fue diferente.
Y pues sí, la vida no es justa. Lo sé. Allá van mis dos pesos de fe que aún tenía en todo este asunto.
Al final, creo que no puedo hacer nada más que vivir mi duelo.
He sido fuerte como un roble, he mantenido la cabeza tan fría y mis nervios de acero tanto como he podido, porque justo después de su muerte, días después mis gfs dieron positivo a covid y fueron tres semanas bien difíciles, incluso cuando el proceso fue estable y con muy buenos signos -hasta el doc lxs mandó felicitar-, ha sido todo muy lento. Una agonía lenta, debilitante, que me está empujando al borde.
No se preocupen, mi hermana y yo salimos negativas y ayer mis gfs por fin ya salieron de la enfermedad y son negativos en las pruebas.
Ahora sólo tenemos el desolador y doloroso camino del duelo que recorrer. Mis gfs están totalmente devastadxs, sobre todo mi papá. Mi hermana estaba tan furiosa que está viendo cómo actuar legalmente contra quién creemos fue quién contagió a mi tía.
¿Y yo?
Yo he sido fuerte. Atendí a mis xadres y serví como contención con mi hermana y otra de mis tías. He sido fuerte y he mantenido la cabeza sobre los hombros todo este tiempo.
Ahora que podemos respirar un poco luego de tanta tragedia, no miento, sí me dan ganas de tirarme al vicio un rato. Que la oscuridad de mi vacío existencial me proteja del dolor que siento. Y que la certeza de mi muerte y la fortuna de haber tenido como tía a una de las mujeres más generosas y compasivas de todo el planeta me ayuden a recuperar mi ya de por sí poca voluntad de seguir viviendo.
Por ella y por mis gfs y por toda la gente que ha estado ahí para mí.
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